La fuerza no despertó del todo en la última entrega de Star Wars, quizás
por ser tan solo una introducción de la nueva trilogía.
J.J. Abrams puso todo el peso de la producción en el personaje de Harrison
Ford, Han Solo, que quizás es lo mejor de esta película. Solo, a pesar de su avanzada edad, aún
conserva las características que tanto nos gustan del personaje (en especial su
humor sarcástico), que robaron protagonismo al mismo Luke Skywalker en la
trilogía original.
Los nuevos personajes dan mucho que hablar debido a su escaso atractivo,
personajes que resultan aburridos y nada interesantes, y que no aportan mucho
al universo de Star Wars.
El villano Kylo Ren es una vergüenza para el imperio galáctico, un
personaje mal construido de principio a fin y con problemas sicológicos que
podrían ser atendidos por el sicólogo del colegio; un adolescente rebelde que
se fue de casa y que para darle más importancia y gravedad al asunto, los
guionistas optan por que termine asesinando a su padre, lo cual se convierte en
un recurso desesperado por dotar de maldad al personaje (algo de lo que carecía
hasta el momento). En conclusión, Ren termina siendo como el hijo que la sombra de Darth Vader consumó con Jar
Jar Binks.
Dejarle el protagonismo a Daisy Ridley no es una sabia decisión, ya que la
belleza no es todo en la galaxia. Tampoco
es dárselo a un ex stormtrooper con dotes jedi de procedencia desconocida y que
toma el mango del lightsaber como si fuera a realizar un home run, y que por
poco acaba con Kylo Ren, que a pesar de no ser el mejor Sith de la galaxia,
suponemos que posee algo de preparación.
En resumidas cuentas, la película nos deja unos excelentes efectos
especiales (algo que no es nuevo en la saga), fotografía muy atractiva, la
infaltable música de John Williams (que nunca está mal) y un vacío que se llena
con la esperanza de que esta sea tan solo una introducción a una gran trilogía.
Raúl Carchi Andía ©
No hay comentarios.:
Publicar un comentario